Aunque nos parezca mentira, nada está tan unido en esta vida como la agresividad y el miedo. Realmente, a no ser en algunos casos psicopatológicos, este binomio es, prácticamente, inseparable. Una persona que tiene miedo no siempre agrede,(de momento), pero una persona que agrede, por lo general, esta conducta está sustentada por una gran carga de miedo e inseguridad y, por ende, falta de autoestima.
Poder controlar, entender y comprender las causas concomitantes del miedo nos puede permitir gestionarlo correctamente, incluso a nuestro favor, creando situaciones ventajosas, no solamente para nosotros, sino para aquellas personas con las que interactuamos.
Cuando sucede, empezamos a gestionar el estrés de manera correcta. Aunque parece fácil, el gran problema está en que el aprendizaje de supervivencia, desarrollado durante años y utilizando estas manifestaciones agresivas como elemento de supervivencia cuesta bastante, en muchas ocasiones, cambiarlas.
Estos aprendizajes, muchas veces, se aprenden desde edades muy tempranas, influyendo desde la infancia, pasando por la adolescencia, donde siempre están justificados por los padres y adultos con frases como “ya cambiará”. Pero esto, por lo general, no cambia y convivimos con ello en nuestra vida adulta, llevándonos a sufrir durante toda la vida y llegando a cometer actos de los cuales, muchas veces, cargamos con el sentimiento de culpa en toda nuestra vida.
Terapias indicadas
A continuación le mostramos las terapias posibles que podremos utilizar en este caso, de forma individual o combinada.
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